Dibujamos como si las líneas no tuviesen espesor, intentando definir los bordes como algo carente de dimensiones, donde sobrepasar un trazo infinitamente esbelto supone el dentro o el fuera.
Pero no es así como son las cosas.
Aunque intentemos definir los límites, estos no se dejarán fijar.
Entre el invierno y la primavera suceden muchas cosas. Los árboles no pasan de no tener hojas a florecer en un instante.
Esto mismo es lo que pasa en la feria del campo:
Es la dilatación de un borde que sucede entre la ciudad y la casa de campo, un espacio que por ambiguo es difícil de caracterizar, pero es la transición necesaria para que sucedan las cosas.
El punto donde el frío asfalto pasa a terreno blando y la piedra deja de prevalecer en favor de la corteza.
Supone un limbo apretado entre dos ambientes diferenciados: el rural y el urbano.
La feria del campo existe entre el invierno y la primavera
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