jueves, 9 de marzo de 2017

Pabellón de los Hexágonos

1956: Tres años antes de que el franquismo declarara el fin de la autarquía y el principio del desarrollismo, Molezún y Corrales se compraron un “dos caballos” de segunda mano para viajar a Bruselas. Su tarea era construir un edificio que fuera fácil de desmontar y trasladar tras la Exposición Universal, así que optaron por jugar con un número reducido de elementos en torno a una idea estética en común: las formas hexagonales.

1958: El Pabellón de Corrales y Molezún ganó el primer premio en la Exposición Universal por delante de un futuro símbolo arquitectónico belga el Atomium (André Waterkeyn) o del pabellón Philips “Poême elèctronique” de Le Corbusier, Varêse y Xenakis

1959: Una versión del Pabellón de los Hexágonos se reconstruyó en la Casa de Campo. Permaneció abierto hasta 1975.






1991: Se plantea mover el edificio a un solar en el Paseo Imperial.
1993: Muere Ramón Vázquez Molezún (1922-1993), el edificio ya está abandonado a su suerte.
2001: El concejal de Urbanismo –alcaldía de José María Álvarez del Manzano (PP)- anuncia un plan de rehabilitación y traslado al Campo de las Naciones.
2010: Muere José Antonio Corrales (1921- 2010), los hexágonos sigue en el olvido con un futuro incierto.
2014: El consistorio promete convertir el Pabellón de los Hexágonos en la nueva jefatura de bomberos durante una visita de la alcaldesa -Ana Botella- a la Casa de Campo.
2016, actualmente: La idea es recuperar el Pabellón de los Hexágonos. El movimiento del Ayuntamiento llega tras pedir el PSOE –vía enmienda (aceptada) a los presupuestos- que se habilite una partida presupuestaria para rehabilitarlo.

fuentes:

te faltarán sillas y te sobrarán camas


Esto surgió en una conversación entre dos amigos que hablaban acerca la casa querían comprarse. No es un tema nuevo, es algo que lleva sucediendo desde hace décadas. La frase, muy utilizada, se refiere a que de joven pendiente de crear una familia se adquiere una vivienda con varios dormitorios, en tanto que más adelante cuando se independizan los hijos y únicamente se asoman de vez en cuando para comer aparecen con sus parejas y/o familias y faltan sillas para todos, en cambio hay habitaciones de sobra en la casa.


El tema de la flexibilidad de la vivienda no es nada nuevo, en la casa Schröder por citar algún ejemplo, Rietveld utiliza unos paneles de fuelle que dividían el espacio de los dormitorios transformándolo en una estancia más amplia. 



Datos del INE 2015
No obstante los tiempos van cambiando y no todo el mundo quiere tener familia o vivir en pareja, las unidades de convivencia se han diversificado mucho.

 Además las necesidades de cada uno en torno a los espacios vivideros son muy distintas. Los hay que trabajan en casa, fuera de ella o que viven de manera itinerante entre diferentes localizaciones. Las necesidades en cuanto a vivienda son pues cada vez más diversas y evolucionan a lo largo de la vida.


K. Sejima resuelve muy bien la diversidad de necesidades en el edificio de apartamentos de Gifu Kitagata. Aunque quizás la variación a lo largo del tiempo sea más difícil de aplicar en el. 

Creo que adaptar la residencia a las necesidades actuales es una asignatura pendiente, máxime dados los cambios tan rápidos que se están sucediendo en la manera de utilizar los espacios. ¿le hace falta a todo el mundo un salón?, ¿una cocina grande?, ¿quién no tiene un espacio para el ordenador?, ¿qué espacios necesita una persona itinerante?, ¿viviendas nómadas o residencias temporales?, …
Siento que sólo me surjan preguntas sobre las que no doy respuesta, pero lo cierto es que la vida ahora avanza más rápido que la arquitectura que debe acompañarla.

domingo, 5 de marzo de 2017

Confundir lo común con lo ordinario

Confundir lo común con lo ordinario es como confundir lo sencillo con lo simple. 
La RAE los equipara como si nada, dice que común es igual que vulgar o lo define como: bajo, de inferior clase y despreciable.
Lo común es aquello que, siendo tan habitual, pasa en gran medida desapercibido. En mi caso pasa con el tañer de las campanas, ya no las escucho. Suenan junto a mi casa tan a menudo que ya pasan desapercibidas. Para mi es una cosa común, de tal forma que es la gente que viene a verme la que me recuerda que están ahí, sonando cada poco. Pero eso no significa que sea ordinario ni mucho menos vulgar. El repicar a veces es continuo, a veces rítmico, constante, cambia según su lenguaje propio pero no es ‘de inferior clase y despreciable’. 
Lo común son esas cosas que rodean nuestras vidas y que nos resultan confortables, de tal manera que llega un día que aún sabiendo que están ahí las obviamos, pero son la parte que rellena de detalles las cosas. La vida sin lo común es más pobre, es igual pero más pobre.
Pero tiene otra acepción, la que pertenece a todos. El espacio común es el que pertenece a todos, en el que se desarrollan las acciones con otras personas, donde se producen los encuentros e intercambios. En el ámbito común, es donde se desarrollan las arquitecturas informales desde mercadillos a campamentos, manifestaciones, encuentros, flashmob, …
La arquitectura de lo común es utilizar un peto como casa jugando al corre que te pillo, es salir y colocar una mesa en la calle para comer fuera un día que hace bueno.
La arquitectura de lo común, para mí, es la utilización de los elementos cotidianos en un sentido más amplio, de manera espontánea, sin recatos y para un fin común, sabiendo que pertenecen a todos.